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Un Planeta Moribundo y un Pueblo Abandonado

El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) fue creado en 1988 para proporcionar a los responsables de políticas evaluaciones rigurosas de la ciencia climática. Sus informes son documentos cautelosos y negociados: cada palabra en el Resumen para Responsables de Políticas debe ser aprobada no solo por científicos, sino también por gobiernos, incluidos aquellos más invertidos en economías de combustibles fósiles. Este proceso ha dado al mundo conocimiento, pero también ilusiones: la sensación de que el desastre está lejano, la incertidumbre aún es grande y el tiempo todavía está disponible.

La verdad es otra. Los impactos que el IPCC proyectó para finales de este siglo ya están aquí. La humanidad no enfrenta una amenaza futura, sino que está viviendo el colapso mismo que alguna vez imaginó que pertenecía al mañana.

Y el colapso climático no es el único ámbito donde se revela esta ceguera. Desde finales de 2023, la destrucción continua de Gaza ha dejado al descubierto la misma incapacidad para enfrentar la realidad: el mismo rechazo a reconocer los crímenes mientras se desarrollan, las mismas justificaciones ofrecidas para lo indefendible, el mismo silencio donde se requiere conciencia. Al igual que con el clima, lo que se trata como inevitable es, de hecho, un proceso: un proceso que podría detenerse, pero que en cambio se permite que se acelere.

Un planeta moribundo y un pueblo abandonado no son tragedias aisladas. Son síntomas de una sola enfermedad civilizacional: la disposición a sacrificar la verdad, la justicia y la vida misma para preservar la ilusión del control.

Donde la Realidad Ha Superado las Predicciones

El registro es claro: el IPCC ha subestimado consistentemente el ritmo y la gravedad del cambio climático. Aunque sus proyecciones generalmente han apuntado en la dirección correcta, la realidad las ha superado, a veces por décadas.

Hielo Marino Ártico

Temperaturas Globales

Olas de Calor

Aumento del Nivel del Mar

Capas de Hielo

Permafrost y Metano

Contenido de Calor Oceánico

Lluvias Extremas

Circulación Meridional de Vuelco del Atlántico (AMOC)

Incendios Forestales

Colapso de Ecosistemas

Retroceso de Glaciares

Acidificación Oceánica

Sumideros de Carbono

Desequilibrio Energético de la Tierra

La conclusión es inevitable: el mundo no se mueve más rápido que la ciencia, sino más rápido que el consenso cauteloso del IPCC.

El Método Científico y la Pista

El método científico exige que cuando las predicciones fallan, las hipótesis deben ajustarse. Sin embargo, en la ciencia climática, aunque la dirección del cambio ha sido correcta, el ritmo y la gravedad han sido subestimados constantemente. En lugar de recalibrar con fuerza, los informes del IPCC se cubren: “baja confianza”, “acuerdo medio”, “muy probable para 2100”. Este lenguaje sirve al consenso político, pero traiciona la urgencia científica.

La consecuencia es fatal. Los responsables de políticas y el público son tranquilizados con que aún hay tiempo, cuando en realidad la distancia de parada segura ya no existe.

El cambio climático no se desarrolla en el papel; es un aterrizaje de alto riesgo.

En los accidentes de aviación, las ilusiones de margen llevan a excederse en la pista. En el clima, se mantiene la misma dinámica. Las ilusiones del presupuesto de carbono y la resiliencia de los sumideros nos han llevado al borde del exceso. Es posible que ya hayamos pasado el punto de no retorno.

El choque puede no significar la extinción, pero significará fallos en cascada en los sistemas que nos sostienen: alimentos, agua, salud, seguridad, estabilidad.

Clima, Hipocresía y la Demonización de la Custodia

El fallo moral de la negación climática y la violencia política no están separados. Se cruzan de maneras que revelan la profundidad de la hipocresía de la humanidad. Los gobiernos y medios occidentales a menudo demonizan a los musulmanes como una amenaza, etiquetándolos como “terroristas”. Sin embargo, estos mismos países están desestabilizando el clima de la Tierra, haciendo que vastas regiones del mundo, especialmente en regiones de mayoría musulmana en el Medio Oriente, África del Norte y Asia del Sur, sean cada vez más inhabitables.

La ironía es marcada. Las emisiones de gases de efecto invernadero per cápita en muchos países musulmanes son solo una fracción de las de Occidente. Muchas comunidades en estas regiones viven más cerca de la sostenibilidad que las sociedades industrializadas, ya sea por necesidad o por diseño. Y dentro del Islam, khalifa – la custodia de la creación – es un valor central. Insiste en que la humanidad tiene encomendada la cuidado de la Tierra, no la licencia para saquearla. Esa ética es completamente incompatible con un sistema que sacrifica bosques, océanos y la atmósfera por ganancias a corto plazo.

Cuando las naciones occidentales llaman “terroristas” a aquellos con huellas más pequeñas mientras sus propias economías impulsan el colapso planetario, es literalmente el puchero llamando negra a la tetera. Peor aún, expone una ansiedad más profunda: los valores de la custodia y la moderación representan una amenaza para un orden extractivo construido sobre la negación, el consumo y la dominación. La historia juzgará quiénes fueron los terroristas.

Conclusión

El IPCC ha dado a la humanidad un conocimiento invaluable, pero al velar sus advertencias detrás de un consenso cauteloso, ha dado a los responsables de políticas una ilusión de tiempo que ya no existe. Somos pasajeros en un avión cuyos pilotos han malinterpretado los instrumentos, sobreestimado la pista y subestimado la suavidad del asfalto. Un choque es ahora el resultado más probable.

Pero incluso esto pasa por alto la verdad más profunda. El valor de la supervivencia de la humanidad no descansa solo en si podemos mantener el clima estable. También descansa en si podemos mantener intacta nuestra brújula moral. La destrucción de Gaza, en curso desde finales de 2023, muestra la misma patología que el colapso climático: atrocidades tratadas como inevitables, procesos que podrían detenerse se permiten acelerar. La misma ceguera que adormece nuestra respuesta a los mares crecientes y los bosques en llamas también adormece nuestra respuesta al sufrimiento humano cuando es políticamente inconveniente.

Si no defendemos a los vulnerables, si no rechazamos las atrocidades, entonces, ¿qué intentamos preservar exactamente en la lucha contra el colapso climático? Una civilización que se felicita a sí misma mientras traiciona tanto al planeta como a su gente no merece el derecho a perdurar.

La crisis climática muestra que no podemos ver claramente la pista física. Gaza muestra que tampoco podemos ver la pista moral. Juntos, testifican que el exceso no es solo inminente, sino que ya está en marcha. Ambos son procesos, ambos aún pueden detenerse, pero solo si la humanidad encuentra el coraje que hasta ahora ha rechazado.

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